Soplar
tan fuerte
para derribar
mis propios muros.
Como esos tres cerdos
intentando alimentarse
soy yo, luchando
contra mi ser
que me mata de hambre
y mi priva de mi tercer ojo.
Soplar tan fuerte
que retumbe
la derrota
del Imperio Romano
en mi sangre,
y la capital
del odio
se tiña del rojo
de mi furia.
Necesitar,
en otras palabras,
cortarse
las raíces
que te anclan
a morales impuestas.
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