Siendo siempre principiante asombro mi propio ego dando
muerte a lo que no me mata. Después de mil noches apocalípticas decides
marcharte y cerrar la puerta, y adentro nada cambia, nada fluye. El incesante
correr del tiempo transforma el aire en cemento y solidifica cada habitante del
pequeño reino del presente. Hemos sobrevivido a cosas peores y abajo nos
esperaban todas las sombras de las que huíamos, en aquel entonces yo no podía
detenerme y dormía siempre como última opción. Ahora descanso el descanso de no
esperar nada y me aferro a cualquier excusa para mantenerme en el limbo. Habito
donde nadie entró y me mantengo en el aire sostenida sobre teorías, así vivo,
prácticamente inexistente, textualmente oscura, parcialmente difuminada.
domingo, 28 de septiembre de 2014
Gilipolleces varias. Es así todos los días. Dime que tú
también vives de noche, es sólo la salvación de los débiles, la sensibilidad
extrema arma por sí sola corazas y abraza las lanzas que dejas clavadas entre
las piernas. Mil kilos de cemento para el que se instaló en tu alcoba, dile que esta
noche no nieva, que no vienes, ya no lloras cuando ya no sientes. Todo es falso
y el sentimiento más mortal es vivir por la necesidad de tener una muerte más
noble, el absurdo abrazo con la nada, el beso de despedida en la nuca. Nadie me
ha dado vida, nadie me dará muerte. Creí caer cuando sólo me precipitaba.
Afuera llueve mil siglos y la ausencia dejó de ser un problema, frente al
espejo ya no me encolerizo y empiezo a crear funciones de estabilidad
atmosférica. Ha caído el último edificio y en tu pelo nadie edificó su casa,
siento desilusionarte ahora, pero siempre me pareciste abrumadoramente pésima.
A
raudales fluye dentro de mí todo lo que no expreso de forma hablada, dialogar va
siendo cada vez más complicado y no acierto a ordenar mis pensamientos ni
siquiera en papel. Atenderé a tus súplicas cuando se haga el silencio y
satisfaré cada uno de tus deseos más ocultos, pues hoy, y ayer habité dentro de
tu piel, donde nadie nunca te invadió. No es un sexto sentido, es escuchar al
quinto alumno aventajado y cerrar los libros de texto de una vez por todas. Es
decir, desnúdate salgamos de casa, lánzate, mátame. No quiero besos a la luz de
la luna ni lámparas que alumbren mi asfixia esta noche. Libre de deseo, libre
de pecado. Aúllo cuando se proclama un nuevo ganador y sinceramente todo me
parece injusto, los mediocres tienen su reino y el resto vive en un gueto
construido a base de sobras.
De salto a salto nos proclamamos héroes y caemos en el error
de relegar las elegías a un segundo plano. Olvidamos que olvidar es un concepto
heróico y proclamamos que saltar es un tema de vagabundos sin casa. En la cama
ya no me esperaba a nadie y desahucié a todo el que quiso instalarse en un
rincón de mi alma. He construido con cemento el fuerte más inexpugnable pero
olvidé dejar una abertura en blanco por si quisiera marchar algún día. Cederé a
tus súplicas porque en ellas escucho mi propio eco, dentro de estas cuatro
paredes ya no me reconozco y me alzo por encima de mí como quien jamás
atravesará asfalto.
Lluvias torrenciales
Si cae y se expande
bienvenido sea el virus
que todo lo cure
o que con todo arrase
pues no hay medias tintas
metidos hasta el fondo
del pozo donde nadie habita.
Es irónico pensar
que compartimos soledad
y que no hay acuerdo,
que la habitación está llena
de desconocidos.
A solas se recuerda quien era
pero nunca quien es
pues para hablar
siempre debe de escuchar
el otro.
Si nada falla, arrastro y arraso hasta que me hundo. No es
mi estilo el pacífico acuerdo parcial entre figuras difuminadas, apático
espectro presente en todas las manifestaciones banales. Salir no es salir si
mantienes las alas atadas. Volar no es volar en el vocabulario físico,
materialmente te diría que la violencia no sirve de nada, conceptualmente estoy
demasiado helada para trastocar conceptos abstractos. El invierno se precipita
como casi todo lo que recibo, de golpe y sin avisar, siempre sin avisar, quizás
aumente la emoción o me haga sentir que el reloj avanza cortándome las venas,
¿sabes? Ahora mismo estamos muriendo, pero no nos importa porque estamos
sumidos en una muerte que invade la muerte que debería importarnos.
Me abruma la incesante sensación de asfixia que se produce
cuando lo obvio no se materializa y cuando lo material es demasiado obvio. Me
arrastró tu gemido infernal empujándome precipicio abajo, cogida de la muñeca
vi caer metales preciosos fundidos en ese improvisado iglú. Te prometí algo
excepcional, y joder, nos fuimos por la puerta grande, afortunadamente nos
fuimos, porque sinceramente, nunca fuiste lo suficiente auténtica como para haber
provocado un final más digno, un suicidio al puro estilo romántico. Las breves
ausencias ya nunca se sintonizan con mis alcohólicas frecuencias mentales, y es
un alivio. Inviernos pasados salir a beber significaba salir a regarte.
domingo, 21 de septiembre de 2014
veni, vidi, vinci.
Diriges mi mundo
como una rueda que oxigena
lo absurdo
de las pajitas
con doble cara
y sin ella
y con prosa,
sin ausencia,
sin vodka,
sin dolor de boca.
Sin ti las noches
parecían más largas
y contigo
ardían como navajas
entre mis dientes.
Me provocas inapetencia
y sífilis.
Te arrastras dentro de mí
y no paro
y no me altero.
Yazgo reviviendo en muerte,
en vida,
en vino.
Yazgo invirtiendo órdenes,
apostando al caballo ganador.
Me solicitan
entre las doce y la una
pero yo me río
antes de que caiga la noche.
Hoy no hay lluvia
y ya no me mojo
con ausencias.
martes, 16 de septiembre de 2014
Asume que el vocabulario es escaso, asimétricamente
comprende los gritos que lo zambullen en una fantasía en colores aún no
inventados. Le ruega que le abra la boca, se cruza de brazos. No hay proclamaciones
absurdas ni monumentos útiles, ironía en la piel del gnomo. Cacarear para dejar
de ser, convertirse en y pensar de manera inadecuada. La palabrería ordenada
denota mediocridad al instante y esto falta de talento. Di vueltas alrededor de
mil noches y en la cama no me esperaba nadie. Rodeé el epicentro del desastre y
adentro yo no esperaba a nadie. No temer por no tener es el consuelo del que
posee libertad a costa de felicidad, ¿y qué? Si eso lo hace feliz… a la vuelta
de la esquina se derrumban edificios y jadean los lados que concuerdan con la
ambigüedad instaurada. No quedan normativas orgánicas ni los viejos tiempos llenos
de humo en las asambleas. He cedido a voltear el orden contra el que me
levanté, girar y girar para matar el tiempo. Matar por no matar. Una mezcla de
dualidad y vodka. Esta noche necesito una expresión emocionante. Cenar en
familia y acechar cada acto predecible como un adivino trágico, dentro de cien
años no quedaremos nadie sobre el planeta, pero seguirá girando y no me importa
el legado.
Somos cobardes con vocación de poetas, amantes de tormentas,
locos apáticos que esconden bajo la selva el torrente sanguíneo de todas las
exaltaciones del mundo. Que no nos digan, rectifico, no es posible generalizar
sentimientos antropomórficos pues tras la carne se camufla todo tipo de
sesiones sádicas, que
no me digan que no es fácil sonreír en el mes de mayo,
donde firmé mi carta de suicidio por adelantado, donde sentencié, sellé, envié,
comprimí, tragué y regurgité mi maldita carta de suicidio, cada uno de los días
que pasé a tu lado. Aun cuando hace demasiadas noches que te has ido y empiezo
a recordarnos como algo irreal me tranquiliza pensar en esa carta, la única que
me salva. En botellas arranco mi furia desaforada y envío amenazas
incomprensibles a los transeúntes que puede que algún día me cruce, y si no
ocurre mantengo los gritos en el aire y revuelvo sin gracia los despojos de
todos los días de invierno. Caer precipitadamente no es caer, es arrastrar hasta
el mar todo lo que nunca has amado. Mezclada con las caras se me clavan ojos y
pupilas, dientes, uñas… en todas partes de mi cuerpo. Perder tu identidad en
mitad de la calle es reafirmar que no fuiste nadie dentro de tu casa, por el
contrario sentir un agujero blanco alrededor de tu cuerpo cada vez que pisas
tierra, que no te eleva ni te hunde, no te separa ni te acerca. La línea
divisoria entre el resto del mundo. Aún no he dividido tu cuerpo en mitad de la
nada con las afiladas hojas de los versos que escribí en tu presencia, no es la
ausencia la que mata al poeta, nunca, nunca. No he podido encontrar el espacio
donde habitas, no te he construido escondite. Avanzar tambaleándose en el
centro del apocalipsis y sonreír a los supervivientes catársicos con los dientes
limpios y las manos sujetando amarras. Aún no ha caído la última bomba,
fabricación prefabricada de ilusos impulsos por (no)volarlo todo.
miércoles, 10 de septiembre de 2014
Hogar inexistente
Gotea
hacia
abajo, resbala
clavándose
sobre las sienes,
acumulándose
en versos apocalípticos,
nadie ha invadido mi templo,
templo que nadie ha construido,
es la calle el hábitat de todos
los fugitivos,
atormentados idealistas
que huyen de su reino
inexistente
para no llorar
cuando no se acoja
a su mente anoréxica.
Adaptándose al frío glacial
de las noches sin abrigo,
inesperadas,
no duele improvisar
sobre la mierda.
Nativos sin patria
La habitación se encoje
sobre mi espalda
e ignoro lo que no provoco
siendo siempre consciente
de mis ofensas.
No importa que llueva lava
y que no estés para
inhalar el vapor
que desprende mi cuerpo.
Se vive infinitamente mejor
de imaginación improductiva
pues los sueños,
altos e inalcanzables
son infinitamente más bonitos.
La sangre no brota
de los tejados de la ausencia
pero cala la trastienda
donde guardas
todas las balas en la recámara.
Se oxidan las salidas
que no se usan
y por si acaso acabamos locos
nos vamos rápido a otra parte,
volamos la casa
y empezamos pintando
las paredes de blanco.
Camino a
Todos tenemos a quien
escribir
y motivos suficientes para matarnos,
excusas para no buscar,
excusas para no hacerlo.
Caí en la cuenta de que el sol quema
medio grado por idiotez ignorada
y la consciencia de los rayos
hacen arder la mente lúcida.
La salud se chamusca
en busca de la sabiduría
pues hay que abrirse en canal
y buscar palabras
entre las vísceras.
lunes, 1 de septiembre de 2014
Uniforme escolar
Afuera hay un alma sedienta
que grita
y todos escuchan sus súplicas
arrodillándose,
apáticos se deslizan
sobre su canto maldito
y se tiñen de rojo sus sombras,
poco a poco
se desdibujan
en una mancha sangrienta
que imparte lecciones
de moralidad.
El resto, al fondo,
se mantiene en el aire,
saltando la masa sangrante
de desdibujados sentimientos
y se alza mordiendo puños
que surgen de la nada.
Creo fallar en la inspiración de un hombre que aún no ha
nacido y me refuerzo rodeándome de aire comprimido en paredes diminutas que se
difuminan en la distancia. En la lejanía sólo aparezco yo en lo alto de una
montaña, nada alrededor, nadie alrededor, y sonrío, no se sabe si triste o
alegre, la sonrisa se camufla con el paisaje y huele a lluvia y a incienso. No estoy cansada pero mi
expresión podría no haber variado en un cuarto de siglo. Me dices que te
asustan las alturas y que nunca vas a acompañarme, no me dices nada, no me
miras, no existes. Rechazo por norma lo que por costumbre no llega, huyo de las
situaciones complicadas. Lo que busco no puede explicarse, lo que no puede
explicarse no puede conseguirse. Avanzo sólida, respiro entrecortadamente. Ayer
fui, hoy no soy, mañana no seré. Sueño que corro a toda velocidad y no me
canso, como cuando voy borracha. Empiezo a desechar viejas costumbres, antes el
amor imperaba y a la mínima se aferraba a mi voz, un choque de miradas, una
noche y yo dejaba de poder pronunciar palabra. Me arruinó, literal y
metafóricamente, ahora me desvisto sola y mi proclamo dueña de mi propia tumba,
de mi mundo, del cielo que miro, el único que puedo ver, es mío. Mis ojos
captan la imagen, propia, cada matiz es mío, impregno, me impregna la realidad
interpretada a mi manera, involuntariamente. Mi reino, mi solitario reino.
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