No hay una verdadera historia trágica, pero si quisiéramos contarla,
todo se convertiría en polvo y saltaríamos como cohetes huyendo de la mierda,
con los pies en polvorosa, esnifando pólvora para entonarnos, componiendo
sinfonías de un lirismo absurdo, empolvándonos la nariz en baños públicos, sin
más intención que dejar de contar que somos únicos y que tenemos en el pubis
todas nuestras motivaciones, exacerbados dueños de lo que creíamos nulo,
adulando escaparates de arroz y vidrio, atormentando escenarios vacíos,
adorando el vacuo sentido de comer sentados. Estamos perdidos pero no lo
reconocemos, porque en este estado cataléptico la apatía se mezcla con la
podredumbre y nos abandonamos a los vicios más reconocidos entre troncos de
asfalto y miel molida, nos hemos acostumbrado a librarnos por los pelos en las
situaciones más extravagantes y excavamos bajo tierra para esconder nuestras
costumbres más vergonzosas, porque aquí nadie tiene pelos en la lengua para
hablar de cosas ajenas, pero se avergüenzan profundamente en su propio terreno.
Esto se debe a que nos han dicho que la lengua es útil para el conocimiento
mismo, pero el lenguaje es corrupto como el mismo hombre que lo utiliza, dicen
que los animales también se comunican y es cierto, pero los símbolos son tan
simples que parecen espejos y a través de las montañas se comunican espacios
que simbolizan esferas, que saltan esperando, que excavan rocas, que matan
toros, que riegan dioses, que se manifiestan, que esconden tesoros, que
escriben voces, que practican teatro, que externalizan, que estudian latín y
griego, que follan en todos los colores, que han olido el mar y no les gusta,
que se han esnifado mitad del próximo oriente, que predican paz con cuchillo en
mano, que utilizan hojas para liar cigarros, que atan las zapatillas con
cordones de esparto, que han regresado al pasado para no rescatar nada, que se
creen héroes por no matar, que no han salvado jamás hormigas, que degeneran en
tonalidades sucias, que pretenden convencer al otro, que comen con cubiertos de
plástico, que se creen mejores que algo, que no rescatan pájaros, que son
políglotas, que escriben sobre cosas absurdas, que redactan en párrafos, que se
asombran por nimiedades, que pretender ser perfectos, que se autolesionan, que
atraviesan campos para hacerse fotos, que lanzan al mar los recuerdos, que se
creen bohemios, que visitan tiendas, que no tienen vicios, que escriben en
papeles reciclados, que no han tenido infancia y que no quieren tenerla, que
piensan que opinar sobre temas controvertidos les va a traer problemas, que no
se han mantenido al margen antes, pero que ahora lo hacen, que no lloran en
público, que les da pánico la ejemplificación de sus miedos, la materialización
de sus almas.