domingo, 21 de febrero de 2016

Cómo puedo aproximarme sin llegar a un arrebato de ira, sin traicionar al silencio. ¿Cómo puedo comunicarme sin caer en estos mensajes cifrados?
Es el refugio de los que necesitan paz paralizando al resto. Trazar con el corazón a modo de compás un descompuesto escenario donde la gente salte al ritmo cardíaco de la vida que fluye arrimando el sendero para acercar a los nuestros. Como los que miran al cielo y ven su casa. Como los que reflejados en un río aún no se reconocen. Los que reconocen su casa viendo el reflejo del cielo en el agua, aunque a ninguna pertenecen.
Que vi que no se podía huir de aquí y aquí exploto, exploto con la dinamita que me dan en su formato y no me rompo, nada se rompe, porque no está permitido con lo que cogemos, que es lo que nos dan, que es lo que existe. No me angustia no poder tener, me angustia que no exista. Me remonto a lo elemental, más no queda, y no porque esté agotado, sino porque no existe. Sufro de una especie de claustrofobia vital. Me asusta pensar en la curación, porque, ¿cuál sería? Quizá más allá de la vida queden las mismas limitadas opciones, es decir, quizá también sea temerosamente arbitrario la dual idea de “existir o no existir”.

martes, 16 de febrero de 2016

No soy la iconografía tarada de un salón del desastre ni lo que sustenta a otras para que sean más admirables. ¿Cómo agradecer tu cuerpo? Cada centímetro es una posibilidad de no caer afuera, tus medidas son directamente proporcionales al espacio recortado del abismo. 

viernes, 5 de febrero de 2016

Despierto atrasada ya con todas sus voces gritándome “llegas tarde”, y mi corazón corre todo el día delante de mi cuerpo. 

Te escribo algo breve, no acaba de convencerme, pero el mensaje en sí es bonito, dice algo así como… quiero que seamos un escudo de protección mutuo, pero de una forma menos práctica, también la herida.