Quisiera coger tus laboriosos días y embutirlos en un saco
de cemento. Del sueño has hablado tú y tú y ya no queda nada, te has tragado
las críticas y las réplicas, huiste del terremoto más prolífico, sus obras eran
cortas pero centelleantes, como trozos de metal forjado, como alforjas llenas
de alimentos para callar tu cuerpo y matar tu nombre. Tu cinturón de seguridad
es una serpiente elástica que te libra del peligro, pero ocúpate de mantenerla
contenta, su picadura es bestial, moral al primer segundo, fosforescente tu
cuerpo al ser mordido podría servir de faro luminoso para los demás autos.
Ahora que has decidido autoflagelarte, autorrealizarte, fusilarte, amamantarte,
saludar a todos con un gesto de muñecas. La acción más indignante, irte a pedir
a casa. Tu casa es mi cuerpo, tu templo mi orina, de mis deshechos montas
circos y yo sinfonías de dominación. De tus cantos son testigos ya todo el
mundo. Tu nuca azul como el cielo, azul como el mar, azul como todas las
pelotas que perdí debajo de los coches, y yo buscando como un gato triste, como
un gato solo, como un gato que encuentra pelotas que no quiere. ¡Ay! Yo nunca
quise las pelotas que perdí, pero tampoco esos gatos las querían, yo quería los
gatos a los que me llevaban mis pelotas, pero ellos huían del azul como yo no
lo hago de tu nuca. Los vasitos que te bebiste han servido para construir un
túnel, sólo tuve que romperles el fondo, romperles el fondo y romperles el
fondo.