Quise hacer cosas banales y disfrutarlas, dejar de convertir
todo en un imperativo, en una obligación. La frustración era el comienzo y el
final, las arcadas, estar rodeada constantemente por atacantes, por gente que
no conoce su poder para herir y por gente que conoce demasiado bien su poder
para herir. Supuse que las cosas cambiarían, igual que sigo suponiéndolo ahora,
porque el momento aún no ha llegado, es irónico ver que en el pasado la
distancia siempre pareció mucho más emocionante.
miércoles, 29 de julio de 2015
domingo, 26 de julio de 2015
No necesito más voz porque he comprendido.
No es necesaria la materialización de las cosas que
importan,
de las que me han importado,
posponer y esperar son sinónimos suicidas
como adentrarse en mar abierto una noche de tormenta,
aunque aquí no hablamos de riesgo.
Aquí no hablamos.
Matarse directamente en el centro de la vida
por lanzarse más lejos de esta
es una temeridad que perdonamos,
que adoramos en secreto aunque no la practiquemos.
Sólo se busca ese estado de euforia traspasando ciertos
umbrales
moralmente cuestionables cuando no saltas sobre ellos.
Sólo el roce, el impacto. Buscar cuando aún tienes que
perder no es ser valiente.
Nunca lo fuimos. Queremos esto y lo queremos ahora,
pensamos.
Es exactamente lo mismo que no desear nada.
Esta ausencia de deseo vital no es una aproximación al
nirvana
pero se asemeja y nos sirve.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)