Sinestesia. Que la gente hable hasta el silencio resulta tan
lógico como absurdo. Deslizar la lengua hasta darse con que ya no hay más
respuestas, es decir, todo dicho, o intentar moldear el silencio lógicamente
hasta encontrar su explicación. Vertientes. Dices que me meterás el silencio en
la boca y que yo lo trague, para ti, que te quiera así. Esta conocida
compulsión por alimentar mi cuerpo de todo lo nuevo y lo viejo va a llenarme de
todo lo nuevo y lo viejo, como experimento sorpresa, como reconocimiento a un
saludo vulgar cotidiano.
lunes, 25 de enero de 2016
jueves, 21 de enero de 2016
¿Cómo un cuerpo con tanta fuerza iba a ser amistoso?
Aquellos que nos miraban se han caído dentro de los cuerpos, son una masa.
Sinceridad de la masa. Hedonismo en la masa. Impresión física, sobre la tierra
húmeda. Ellos han traspasado el óleo y del óleo a caer sentados en todas las
casas del mundo, con el culo firmemente apoyado en sus creaciones (sofás,
únicamente). Yo te miro como pretendiendo atravesarte pero la comunicación es
débil, tú me miras, interferencias en los ojos de quien mira, cegando al resto.
Hemos creado un plano nuestro lejos de sus visiones, aminoramos la marcha. Cómo
incomoda no poder formar parte de algo visual que te marca la distancia como
una placa de hielo fina, transparente y aterradora. Ellos nos miran como si
fuéramos habitantes helados.
Tengo las manos cortadas en blanco y unos ojos clavados en
la espalda, que rotan, giran alrededor del parque y me orientan hacia el oeste.
Tengo en los hombros dos palomas y en los labios un aguijón sin dueño. Dime
cómo puedo hablar de hombres o de vidas, de posibilidades que no inciten a
mojarse fuera del recinto. Dime cómo puedo no huir de aquí sin llevarme conmigo
las hojas y la gente. Y si la gente quisiera venir conmigo (no quieren eso) no
sería un rapto, sino una reunión de amigos, pero ¿quién querría reunirse aquí,
conmigo? Y si ellos huyeran hacia mi garganta encontrarían un filoso acantilado
del que saltar sin miedo hacia dentro del abismo. Ellos lo habitan, yo lo
evito. Todos estos personajes son la forma de no decirme claro, puedes, debes,
tener miedo en el fondo de la cabeza, en el rincón que ocultas detrás de todo
el léxico y blando y rojo y negro, los colores que abandonaste, ¿dónde te
quedas tú atada a una bandera? Donde estuve estaré, lo he deducido. Inducirte
la siesta, la siesta eterna. No, no, es una hora triste para irte, no te irías.
Estarías parada en medio del silencio pesado como el Sol de mediodía a media
noche, cuando no quieres dormir y caes, lánguida como un junco rompiéndose a
cámara lenta en un río donde no has estado y piensas “podría estar bien
visitarlo, caer, fundirse con lo que no es mío”.
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