martes, 30 de diciembre de 2014

Redundancia blanca

Prepotente el que no
predomine entre los neutrales,
así nos dominan, a base
de normas,
conceptos anormales
que conceptualizan el mundo
y cuando dices que nadas
entre sombras de ultratumba
se cierra la tapia y se inunda
la nada.

Rayos que se escurren

De todos los silencios
escogí el que me ofreciste más cortado
y ahora sangro toda tu voluntad,
mis manos desaparecen
en la luz
a través del Sol,
mi sombra no se manifiesta,
como siempre.

La muerte de la materia

Las ramas golpean mi cara
sin necesidad de impulso
pero yo no quiero hablar de cosas
concretas
deseo ejemplificar metáforas
es decir,
nombrar cosas concretas
de forma casi aleatoria,
pero el lenguaje no es puro,
debería hablar desde
el silencio.

Café y tila

Yo bebía de todos los arroyos del parque
los que yo había convertido
en mi bebida espirituosa,
a veces me daba sueño
otras ganas de llenar el pozo
lanzarme adentro
fingir desaparecer
tras una fila de hormigas
y llegaron tus manos
y secaron el río
a base de llover estivalmente
llenaste las acequias
bebimos de eso
y de esto
y ahora compartimos sangre
que no es roja ni azul,
somos esféricas y multicolores,
le damos la vuelta
al mundo.

La separación de las aguas

Como esa radio decorativa inservible
es posible que seamos todos
si no rasgamos las telas,
ocuparemos el tiempo
y también el espacio
cada vez más tiempo
cada vez más espacio
cuando la lluvia nos atraviese
no permitiremos que toque el suelo
estaremos para cubrirlo todo
para matar la tierra
pero rasgad las telas
sed coladores
dejad que la tierra se nutra.

La cinta que se eleva

Demasiado nulo
para ser un espectro
y qué pasa si me nombra
nada, absolutamente nada
callarán
en silencio
en el más eterno silencio
en el que no pasan las horas
con las manos atadas
a sus bocas
con los pies clavados
en el suelo
dirán que me fui
dejándolos en la estacada
pero todos nacemos
colgando de una
sin pertenecer a nadie
sólo a merced
del silencioso viento.

domingo, 21 de diciembre de 2014

El viento me mató en invierno y todos nos reímos mucho porque fue banal mi muerte, casi ridícula, él me mató físicamente y eso es muy gracioso. Que nada afecte al alma antes de morir es casi una broma de mal gusto, un final jamás admitido. La mayoría son arrastrados al otro lado entre risas y fiestas, sacados del supermercado, lanzados muy lejos, nadie asume la pérdida, es algo así como este gato que vive en mi casa y no tiene nombre.
Seguimos en pie porque no hemos conseguido nada, andamos siempre con la solución perfecta en la mente, condenándonos, nos mantenemos vivos porque estamos incompletos. Cuando la obra perfecta acaba se abandona el lápiz y se quema el cuaderno, muere el autor. Se salva, se invocan otro tipo de cosas, otro tipo de lugares que jamás se pronuncian, que no se pueden pronunciar, desaparece la lengua, el idioma, los pies, desaparecen las sombras y los cuerpos. Mientras tanto se afilan los lápices y se ordenan los folios, se ejercita la lengua, se maquillan los cuerpos, se alaban las sombras.
Busco la desconexión perfecta, la interrelación de dioses ajenos. Y aun cuando no busco miento, los dioses comparten casa, acabo de decir que busco, ahora no busco, acabo de decir algo ajeno, todo nace en el mismo lugar, acabo de decir desconexión y mi sangre está siendo bombeada. El lenguaje es puro cuando no se utiliza, las manos siempre inmaculadas, es tarde para practicar la taxidermia, cortado todo parece menos violento, es decir, fraccionado, el dolor se mide por conjunto, pero cuando sólo un brazo o un corazón que aún late fuera del pecho el dolor vuelve a su conjunto y no lloras por el brazo o por el corazón sino por el cuerpo incompleto, por el agujero en el pecho, por  la falta de continuidad, de sintonía.

Un año de cualquier siglo, ojalá entraras más adentro, ojalá no existiera este vacío, este escepticismo, este querer cambiar continuamente la situación para no encontrar nada. La lluvia es acero, desde la ventana se ven las rejas dentro de los espejos, ojalá no encontrara definitivamente la salida y dejara de buscar. Las noches por primera vez son inútiles-no, lo fueron siempre-pero no quise saberlo, no quise entender que más allá de mí no hay nada y lo peor, que dentro de mí tampoco hay nada, hablo para no entenderme, no quiero entenderme, no quiero que nadie me entienda, el frío corta, pero ¿sabes? el calor también, no debería pronunciarme, busco el silencio.

No traen sabiduría las palabras, pero una sola frase buena y habrá merecido la pena, una “saca el lápiz, remarquemos, rodeemos” y habrá merecido la pena. La iluminación llega cuando no hay lápiz ni libro ni necesidad de palabras, cuando hay luz y cuando no hay luz, cuando no importa si hay o no luz. Las paredes me dieron el impulso final, yo saltaría de cualquier parte si me aseguraran que viviría en caída continua, pero para qué saltar, si mi presente es fugaz, si mi presente es la daga y la sangre que brota. Para qué saltar, si mi presente también es finito, no, eso no, pero lo será.
Odio la poesía y todo lo que la envuelve, los absurdos rituales, la falta de rituales. Odio mojarme en invierno, vivir en medio del desierto cuando nadie está. Esperé, quizá no, pero me daba la sensación de que esperaba, tenía la alegórica imagen de mi cuerpo gris acerado sobre el asfalto, sentada con las piernas cruzadas. Esa imagen me martilleaba el pecho durante toda la noche, pues siempre he sabido, igual que entonces supe, que la espera siempre es estéril, que esa imagen iría cada vez asentándose más en mi pecho, cerrando el vacío entre mis manos, temía aferrarme a ella, que ella se pegara a mí, ser uno, yo y la espera. Yo la que espera. La espera que nada trae, la inexactitud del tiempo, la improductividad, el incesante correr de nada.
Y fui a ese lugar donde las sombras se ocultan de las sombras, debiste decir “es tarde, es tarde” la noche se contonea allá arriba y nos lo impide todo, lo concede todo. Abre los brazos y las piernas y nos atrapa. Como si caer no sólo fuera un mero proceso utilizábamos todos los sinónimos posibles y presumíamos de ello. Éramos la vanidad, la banalidad. El humo que no precede al fuego, el humo por el humo, puro presentir lo absurdo. Lo más presuntuoso del mundo. Fuimos la estatua, la esfinge, las navajas entre los dedos, las partidas en la mesa, en las estaciones, en las muñecas, los brazos rotos, las lágrimas rodando por las mejillas, los hospitales, las salas. Fuimos las mesas rotas y las muñecas abandonadas, los círculos vestidos de blanco. Mientras seguíamos en pie, permanecíamos inmutables, daba la triste sensación de que permaneceríamos de forma perpetua.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Diciembre

Te mojas los brazos,
te cortas el alma,
beso al aire,
me esfumo,
me cortas en trozos,
te mojas.

Se oyen risas que se alejan
de la risa de nuestra garganta
y manos que rozan la carne
que se mete en nuestra carne.

Anoche era demasiado tarde
para empezar a decir
cosas que aún no comprendo
y este espacio que desfila
entre mis dedos
es sólo la salvación alegórica
de tu estatua. 

El arte no tiene historia

“Arte o muerte” gritan las paredes
pero las paredes no gritan
por lo que esto tiene que ser arte,
quien escribe se mata literal
y artísticamente,
dicen las paredes.

Pero quien no escribe
no se mata sobre las paredes
sino que literalmente
comete actos físicos
que atan las manos.

El que no ríe
no escribe la historia de la risa
y que no importa
que por mucho que escribas
si no lloras, mueres,
pero que el arte
es matarte durante doce meses
para escribir la historia
del llanto.

Irremediablemente anónimo

Me parece demasiado triste la realidad
como para contarla
ni escribir salva al que muere
por amar demasiado la vida,
pues me parece demasiado triste
como para escribirla
y recitar es para poetas sin nombre
o borrachos anónimos,
lo mismo,
es triste vivir sin contar
que se ha vivido
y que la vida avance
sin tenerte en cuenta.

Entrevistas a los más necios

Presidía de forma anónima entonces
como ahora los mismos escenarios,
referirme a mí en pasado
significa matarme en vida.

Quisieron mis lágrimas de barro
y todas mis manos anticipando
las derrotas.

Disentía por norma
pero vivía en consonancia.

Los latidos ahuyentan al lobo que habita en la cueva.

Los ojos son para los que están muertos,
para los esclavos.

Tomad mis manos y mis pies,
se escurrirá mi sombra
y aun cuando cercene mi vida
por la mitad
mi cuerpo apático abandonado
al otro lado de la franja,
seré yo la que atraviese los colores
seré yo la que tiña los colores,
la que siempre redunde después
de mi primera creación,
la que renazca sin haber muerto.

Cuidado al darle la espalda al mundo
porque es redondo y licántropo.

Ritmos se aturullan al salir del paso
al sentarnos en los bancos
al volar escenarios típicos,
y más allá no hay nada
ni ojos con los que mirar
al vacío
ni vacío con el que explotar
las manos
pero aquí tampoco hay nada
aunque las respuestas resisten,
construyen cimientos falsos
y visten a la muerte de fiesta.


Hablamos de órdenes míticos

Todo eso se empezaba a convertir en la zanja
de los lugares oscuros
que atrapan las sombras a las que persigo.

Todo eso, y todo esto,
mi sombra, mi tumba.

No importa la prosa o la daga,
los ojos o las manos,
las manos tapándose los ojos,
los ojos en las manos
siempre para no ver
para no ver el legado de tu sombra
porque obedeces tu destino,
obedeces ácrata,
caminas huyendo para encontrarte
con tu sombra,
te persigues la cola,
siempre
como un perro encerrado.

Huella sobre el charco

Hemos cambiado los nombres
siempre para remitirnos a lo mismo,
es la senda de las obsesiones
las que nos trae a casa,
a este nuestro fortificado hogar,
el que nos mata
y nos impide la huida,
pero queremos vivir en paz,
arriesgando lo justo,
oxidándonos
siempre oxidándonos
lentamente
como el agua que resbala
en los cristales
de castillos viejos.

Estamos irremediablemente
exentos de culpa en vida
pues es algo que no ocurre
algo que aún no ha ocurrido.

En la caja donde se guardan
todos los sueños
se encoje la mente
que los creó un día
y esa mente es el reflejo
de otras mentes
que apresan al mundo
tras el muro machacado
de las sustancias fortificadas.