He temido mis manos en torno a cualquier lugar que no haga
querer irme, y esto no se refiere a las ganas de desaparecer constantes que se
manifiestan saltando de sitio en sitio, siempre descolocada. Porque teóricamente
todo es autobiográfico, pero en la práctica nunca vivo esta vida, esta que me
ha tocado vivir, aunque eso no impide que siga consumiéndose, sea de quien sea,
mientras yo la observo.
Yo necesito adaptarme al mundo y sus materias, sus objetos y
sus formas. Su manera de orden tiene la estabilidad de un bloque de hielo
sobreviviendo gracias a la Antártida. El poder es frágil, sometidos a emblemas,
abrazan síntesis de conceptos que jamás entenderían. Ese deseo de ir a esa otra
parte donde alguien espera, donde alguien de otra parte espera.
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