Desde que no cierran las puertas estoy mucho menos
preocupada.
Desde que no hay comida ha desaparecido el hambre (¿en el
mundo?). No, aún no ha desaparecido la empatía.
Desde que no estás han desaparecido las horas.
Desde que no duermo el tiempo no ha pasado ni me ha cogido
del cuello ni susurrado al oído que las puertas no cierran y que no tengo
comida en la despensa, ni que la gente sigue muriendo de hambre (pero yo no,
aunque las puertas no cierren), ni que no estás.
Desde que me ha cogido del cuello las horas se manifiestan
en las plazas públicas para que no haya hambre en el mundo, me culpan a mí. El
capitalismo anida en mi despensa y se come mi comida, es por eso que tú no
vienes, porque ya no duermo aunque las puertas cierren.
Han cerrado las puertas con mi cuello en medio mientras yo
gritaba que aún existe el hambre en el mundo, y que además crece cuando
desaparecen mis ganas de verte y que el capitalismo es comida en mi despensa para
ti cuando se te acaba la empatía.
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