sábado, 5 de diciembre de 2015

Tu cabeza vista desde arriba parece simplemente una cima despoblada. Tu cuerpo abajo, intuyo, es lo que no percibo. Hay un hueco entre el cielo y el suelo que no me importa imaginar vacío. El salto es eterno, el golpe mortal a cada segundo. Yo imagino a alguien afanosamente entregado a la tarea, no importa cuál sea, y me invade un llanto que viene de donde el tiempo se detiene. Yo hablo de ti y de mí y de ellos no excluyendo ni incluyendo a ninguno, hablo de lo que no sé y sé que no sé, por eso no digo que las manos son mías porque perfectamente podrían pertenecer a otro, o quizás a otro yo que aún no conozco. Los contornos son en mi mente más parecidos a los románticos.

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