Tu cabeza vista desde arriba parece simplemente una cima
despoblada. Tu cuerpo abajo, intuyo, es lo que no percibo. Hay un hueco entre
el cielo y el suelo que no me importa imaginar vacío. El salto es eterno, el
golpe mortal a cada segundo. Yo imagino a alguien afanosamente entregado a la
tarea, no importa cuál sea, y me invade un llanto que viene de donde el tiempo
se detiene. Yo hablo de ti y de mí y de ellos no excluyendo ni incluyendo a
ninguno, hablo de lo que no sé y sé que no sé, por eso no digo que las manos
son mías porque perfectamente podrían pertenecer a otro, o quizás a otro yo que
aún no conozco. Los contornos son en mi mente más parecidos a los románticos.
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