Callarte a medias siempre es una ofensa
y lo sé tras el cristal,
gracias a las almohadas que se hunden
y la habitación que gira pretendiendo
seguirte el ritmo, el ritmo de la noche,
de los coches que chocan,
de las ganas de arrastrarte
como un preso que cava y huye
y cava y huye
y no encuentra salida
ni lugar al que proyectarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario