Quise hacer cosas banales y disfrutarlas, dejar de convertir
todo en un imperativo, en una obligación. La frustración era el comienzo y el
final, las arcadas, estar rodeada constantemente por atacantes, por gente que
no conoce su poder para herir y por gente que conoce demasiado bien su poder
para herir. Supuse que las cosas cambiarían, igual que sigo suponiéndolo ahora,
porque el momento aún no ha llegado, es irónico ver que en el pasado la
distancia siempre pareció mucho más emocionante.
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