Los reyes de otros espacios vinieron a robar lo que no era
suyo, y lo cogieron todo, salieron de la misma forma en la que había entrado,
cargados de riquezas y productos rojos, rotos, sangrantes y suplicantes que no
pedían realmente nada. Les complacía gritar a ellos, los desgraciados, y a los
profusamente majestuosos les complacían sus ostentosas posesiones, en vida
jamás ninguno habría profanado ningún templo, pero esto es un limbo en medio de
un territorio desértico y poco práctico, no crece nada, no llueve y no se
estanca el agua que no existe, ni la podredumbre llama. Pero los estanques se
construyen a un ritmo asombroso, es una economía esclavista de alto standing.
Las materias de colores rompen a su paso muros y los reyes gritan acompañando a
lo que exhibían, son una mezcla inseparable. Nadie necesita diferentes tonos
para hacer frente al espectáculo. En una pequeña esfera circular cabe todo el
caos del mundo y de ello nace completa e incompletamente un millón de
escenarios que se continúan.
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