jueves, 5 de febrero de 2015

Llama y no vocaliza bajo la lluvia, grita histérica, atormentada, claustrofóbica. Ha tenido oportunidades, no ha tenido opción, ha debido aprovecharlas. ¿Es acaso eso la libertad? Sonríe porque está llena de virtudes y situaciones favorables, pudo pagarse unos ganchos que le desgarran elegantemente las mejillas y anclan su vida triunfante a los dos extremos del marco de la puerta. Está preparada para recibir a las visitas. No invitó a ningún pariente a inaugurar su castillo porque, por ser de otro continente, no entenderían la decoración supuestamente indígena, es el estilo posmoderno, tiene el comedor lleno de lanzas y pinturas realizadas por máximos expertos, cobran en sesos de coste millonario sus obras, en ausencia de la demandante vomitan la comida de supermercado barato que cenaron ayer y titulan su obra de manera presuntuosa, son los vestigios ancestrales de las tradiciones aún vigentes de gente que no quieren visitar. Después, se llenan los bolsillos de piedras preciosas y las canjean por caviar y otros manjares. No podrán trabajar hasta su próxima digestión. Ella se despierta y admira todo lo que tenga un nombre y una fecha, todo lo que aparezca en catálogos y libros de texto, la creación inmediata no posee valor y es siempre infravalorada, necesita de números y reconocimientos de grandes autoridades competentes en cualquier campo, es por eso que jugadores de fútbol pueden opinar sobre dentífricos y los dentistas realizan empastes caninos. Aquí no hay rey ni amo ni dios que se alce como único, sino una maraña de vagas ideas que cubren el cielo como una espesa niebla impermeable que proclama la verdad y la validez del mundo.

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