sábado, 5 de diciembre de 2015

Dignificar la sala con sólo reconocer visualmente los objetos. Estás aquí, eres la proyección del proyecto fallido de huida, me atraviesas con las sílabas, cortantes, especuladoramente  acertadas, diferenciadadamente apáticas. Remueves la tierra y sacas a los santos a tomar el aire, a desmitificarlos. Si pudieras diferenciar el mar del mar con sólo la primera mirada serías más parecido a un rey, aristocráticamente hablando. Diseñas etiquetas, sólo eso, nada que acompañe al producto primero, que en una situación normal debería ser el complementario, pero sólo eso. Has estado cerca de toda esa información efímera que se ha transformado en fuego ahora que ya te importa, y como tal ha ardido. Es tautológico. Anoréxica imagen de la sombra presentida, escurridizamente olvidadiza para las mentes ágiles. Has provocado el caos y aún persiste. Todo abajo, nada arriba. ¿Es el hombre más que un animal y menos que un Dios? ¿Dónde colocar la piedra angular que articule tu diálogo?


Si yo pudiera decir lo que quiero decir dejaría de tener sentido todo esto. Si yo pudiera comunicarte, trasladarte, mi corazón a una mesa y tú pudieras observarlo, todo esto dejaría de tener sentido. Espero que me odies por la incomprensión y no por ignorancia, por si no es lo mismo. Reanudar la marcha, como si fuésemos soldados soviéticos en plena guerra, descansados en el dolor de no tener que temer el estallido del conflicto.

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