Rodéame, tú, con esos canales de fuego
que invitan a la huida
e impiden la misma.
Acaríciame con el látigo del amor contenido,
para que lo sienta marcarme la piel
y retirarse
con la misma fuerza,
para que me haga desear de nuevo el impacto.
Eres como el mar que se aleja
a la llega de los bañistas
y por la noche enviste,
a oscuras, sus pertenencias olvidadas,
para arrasar sin hacer distinciones
ignorando la magnitud de lo que arrasas.
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