El látigo incita a la silla,
corren de forma traviesa los semáforos
y yo me perforo con estalactitas
excusándome en que el agua
no corta.
Jugamos a lanzarnos dentro
de glaciales en llamas
pensando que se compensarán
las temperaturas,
eh, y sobrevivimos,
a tientas, arrastrándonos
con irónicas cicatrices.
Cómo explicar que
en tu piel yace
la cura a lo que te dará muerte
igualmente marcada.
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