sábado, 28 de junio de 2014



La misma flecha que marca mi camino me atraviesa y yo sólo puedo dejar rastros de sangre mientras me desplazo. Se van cerrando puertas conforme avanzamos pero las que quedan abiertas cada vez son más profundas, no sé si uno puede perderse en las profundidades o si  por el contrario regresa al lugar de dónde salió. Nacemos desvalidos y morimos desvalidos. Después del camino sólo podemos volver al punto de partida con viejas cicatrices. Me entra miedo escénico cuando avanzo entre la multitud, porque no me miran y porque no se miran entre ellos. He tejido una red en la que ahora me enredo. Cuando me aburro me lanzo a un vaso y allí soy mi propia presa, ahogándome en todo tipo de sustancia líquida. Me consumo, me renuevo. Estoy creándome a partir de mí misma y eso sólo ofrece una infinidad de posibilidades claustrofóbicas. He fumado en tejados y he comido bolas de nieve, pero ahora quiero hacer combinaciones imposibles. Bucear leyendo a Baudelaire o hacer macarrones en mitad de clase de lengua. No soy suficiente madura ni estoy preparada para pasarme toda la vida haciendo cosas normales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario