Que he perdido la fe, que es muy posible que también existan
las resacas en invierno, pero he perdido la fe. Hace unas horas estaba tomando
café en el Carmen y pateando la ciudad con una mochila llena de libros, lo sé,
pero me absorbe de forma tan absoluta este instante que es posible que lleve
cinco años gritando en esta silla y no me haya dado cuenta. Me abruma la
seriedad de estas palabras, pues hay convicción en ellas y es terrorífico dudar
de lo acontecido.
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