Rasgaría la paz
que nunca había existido
poniendo en entredicho
la volatilidad de la realidad.
Esnifaría el espacio y el tiempo
y habitaría por siempre
en el limbo atemporal de sus noches.
No habría tregua para sus párpados
como guillotinas incesantes
proclamando la pureza de cada nuevo momento
y la muerte por decapitación
de todo lo pasado.
Almacenaría cicatrices por todo el cuerpo
como recuerdo físico
de sus antecedentes
y nadaría por siempre
en el flujo incesante
de no saber que en la confusión
se encuentra la verdad
y viceversa.
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