domingo, 4 de mayo de 2014

A medio camino desfalleces, sientes que te arrastran hilos invisibles desde todas direcciones, siempre intentando seguirlos a todos, siendo consciente de la inutilidad de esos actos, ¡cada puto hilo te lleva a un lugar diferente! En contraposición al mundo, de culo a todo lo decente. Te arrodillas y lloras, hundida, deshecha en mil pedazos, piensas… ¿a quién debo seguir? ¿Por quién debo dejar arrastrarme? Abandonarte a merced de una entidad desconocida, deslizándote por el suelo que te recibe como papel de lija, fluyes rápida, herida, sin sentir siquiera el dolor. Para. Ponte en pie y deshazte de todos esos hilos que cada vez se hacen más fuertes, filamentos casi metálicos te amarran incrustándose en tu piel. Has sido muy poco precavida, te dejas arrastrar desnuda y en torno a ti aumentan su poder. Los arrancas de tu piel con furia, la fuerza contenida en la pasada desidia, se llevan trozos de tu carne, inevitable pérdida. Quedas tú en mitad del vacío, sangrante, exhausta, con una sonrisa en la boca y el sabor a libertad.

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