Siendo siempre principiante asombro mi propio ego dando
muerte a lo que no me mata. Después de mil noches apocalípticas decides
marcharte y cerrar la puerta, y adentro nada cambia, nada fluye. El incesante
correr del tiempo transforma el aire en cemento y solidifica cada habitante del
pequeño reino del presente. Hemos sobrevivido a cosas peores y abajo nos
esperaban todas las sombras de las que huíamos, en aquel entonces yo no podía
detenerme y dormía siempre como última opción. Ahora descanso el descanso de no
esperar nada y me aferro a cualquier excusa para mantenerme en el limbo. Habito
donde nadie entró y me mantengo en el aire sostenida sobre teorías, así vivo,
prácticamente inexistente, textualmente oscura, parcialmente difuminada.
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