miércoles, 3 de diciembre de 2014

Huella sobre el charco

Hemos cambiado los nombres
siempre para remitirnos a lo mismo,
es la senda de las obsesiones
las que nos trae a casa,
a este nuestro fortificado hogar,
el que nos mata
y nos impide la huida,
pero queremos vivir en paz,
arriesgando lo justo,
oxidándonos
siempre oxidándonos
lentamente
como el agua que resbala
en los cristales
de castillos viejos.

Estamos irremediablemente
exentos de culpa en vida
pues es algo que no ocurre
algo que aún no ha ocurrido.

En la caja donde se guardan
todos los sueños
se encoje la mente
que los creó un día
y esa mente es el reflejo
de otras mentes
que apresan al mundo
tras el muro machacado
de las sustancias fortificadas.

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