Verbalizar el impulso es someterlo, someterlo para
someter a otros del modo más maquiavélico. Has empeorado mucho desde que ya no
saltas al cuello de la gente, era incluso un gesto noble, ligeramente infantil,
me recordabas tristemente a un niño famélico. Ahora ha aumentado tu hambre pero
pretendes mostrarte equilibrado apuntando frases que desde un primer momento
garabateas en tu cabeza. Tu cuerpo es un conjunto de túneles interconectados
para suplir tus necesidades: cuando tienes sed exprimes tus muslos y flaqueas,
cuando tienes sueño bloqueas tus oídos y quedas sordo, sólo tu pitido ancestral
te reconecta con el exterior, a él lo adiestraste mordiéndote los brazos. Ahora
saludas a todo el mundo a gritos.
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