domingo, 1 de mayo de 2016

No subirse en la montaña paralela a la montaña del miedo, que el amor no se enfrenta a ella. No saltar ni disociarse entre murallas que separan dos tierras profundamente pegadas y remotamente lejanas, en cuanto a ser, yo soy la que salta, la que en el aire se somete a las dos disciplinas imperantes, soy la dualidad del que desea vestirse de blanco y dejar de vivir, soy la que conjunta el negro con negro y alía la noche con ella sólo para arder interiormente, sin iluminar ni un poquito la calle. La que apagaría farolas sólo con mirarlas durante toda la noche. La que hace anochecer la Tierra con permanecer doce horas de pie orbitando. El epitafio de las manos en las que anida la duda y el corazón sangrante, sacado a airear para untarlo de salitre, el hombre que se retorció en un cuerpo para cambiarse la cáscara después de comerse anteriormente a todos sus hijos. El rey del tiempo ha dictado mil nombres y sobre ellos sentencias que no se cumplirán porque cesó el margen de actuación para una mente rápida. Visita a los otros, comunica tu visita en la visita y no amplíes el margen ¡vine, estoy aquí!, ¿puedo estar aquí? Y pasar dentro, como quien rompe la tela para insertar el germen de la vida, o como quien rompe la tela para salir de ella. Aunque espero, espero que la salida sea aún más luminosa.

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