domingo, 10 de abril de 2016

Tienes la familiaridad del acto al que altruistamente te entregas, si bien no beneficia a nadie, debería estar dotado de otra consideración, considerado un vicio, una actividad estéril, un pasatiempo. Como el que recorre los pasillos de la casa que él mismo ha construido, el que se recluye para oírse golpeando su voz entre las paredes. Quieres tu templo de erudición destruido, quieres las sombras conocidas por la repetición de movimientos en secuencias similares, secuencias que, aunque se alternen, nunca se alteran. 

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