La sincronización de nuestras palabras ausentes es asombrosamente
estratégica. Admiro la colocación diagonal de nuestras palabras conectadas
intermitentemente para revelar fenómenos prácticamente mágicos, es decir, la
intuición materializada en un monólogo interconectado. Esto es, tu boca y la
mía hablando al unísono con espacios ajustados perfectamente a los silencios de
la otra. El silencio abre y cierra.
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