lunes, 10 de noviembre de 2014

Tú, tú y tú

Él no aprecia que tras la sombra
del árbol
está el árbol.

Bebe ron olvidado,
roba pan e incienso,
es sofisticado en vicios.

Quizá no se esconda
porque él es ciego.

Quizá se esconda
porque él es ciego.

Ningún santo salta
a la comba
en palacios ajenos.

Es decir, nos divertimos
observando
lo que odiaríamos hacer
en carne ajena.

Ella no llama a las tres
de la mañana a casa
ni suplica astucia
para conseguir excusas.

Nos sentamos aburridos
de nuestro propio absurdo
y eso que aún no hemos comprendido
la esencia del templo.

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