Me miró así porque odia los reflejos de mi pelo, porque odia
verse reflejado en mi pelo. La tentación a lanzarse dentro de él en esos
destellos es equiparable a la temeridad de lanzarse contra un lápiz de gran
tamaño y doble punta, lanzarse mientras alguien lo hace girar rápidamente
confiando en darte de bruces con el vacío del giro, con la verticalidad del
hecho.
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